jueves, 30 de julio de 2009
La mano del sinvergüenza
Caminaba con una falda vaporosa bajo ese calor pegajoso de una noche madrileña de julio, atravesando despreocupada esa madrugada de barrenderos que mojan las calles con sus mangueras y coches que se apresuran por Recoletos creyéndose los reyes de la pista. Fue cruzando un paso de cebra en la plaza de Cibeles cuando la sintió claramente, pesada y cálida. La mano de un total sinvergüenza le estaba tocando el culo. Y, para colmo, sólo pudo limitarse a sonreírle y a prometerle que escribiría sobre lo que acababa de hacer. ¡Muy bonito!
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