Porque a veces no sobran las palabras, ni las bonitas... ni las feas.
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martes, 16 de diciembre de 2008

La nota de papel

Cuando llegó, la casa estaba oscura y silenciosa y vacía. Estaba sola, gracias a Dios. Directamente se fue a su cuarto y allí, sobre el edredón, la vió. Una nota de cuaderno blanca. Aún con el abrigo puesto, observó la conocida letra escrita en trazos azules y el corazón ñoño pintado en rotulador rojo en una esquina. Y leyó: "¡Ánimo! Que un resbalón no te podrá impedir que sigas el camino que en esta vida tú te labres con la ayuda de los que te quieren, que somos muchos".

Fue inevitable. Cuando por fin empezó a llorar, ya no pudo controlarse.

Y cuando acabó, se dió cuenta de que no tenía que tener miedo. Y tú tampoco tienes que temer. Porque todo irá bien, porque la distancia no hace más que avivar las grandes pasiones, y porque esa pelusilla roja de tu pijama seguirá apareciendo entre las sábanas siempre.

Ten por seguro que en 2010 te haré muchas visitas allá donde te lleve el viento. Te mereces todo lo mejor. Te quiero.



"Y recuerda que, cuando se cierra una puerta, siempre,
siempre, se abre una ventana. Y a veces el paisaje es más bonito ahí".

domingo, 14 de diciembre de 2008

Crisis

Supongo que la vida es esto. Supongo.
Y no pasa un día sin que nos topemos con la palabra "crisis". Crisis económica, crisis financiera, crisis mundial o global o internacional, crisis alimentaria, crisis bursátil, e inmobiliaria, crisis enérgetica, crisis política y social y cultural, y sobre todo, crisis personal. Mucha. Para todos.
Y no pasa un día sin que busque esa boca. O sí pasa. Yo qué sé.
Supongo que la vida es esto... Una sucesión de pequeñas crisis, y de grandes. Supongo.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Todo un hombre.

Era un hombre. Hecho y derecho, de los pies a la cabeza. Todo un señor de cabello moreno, de 1.90, ojos verdes y labios gruesos. Era un hombre, de brazos musculosos y torso definido, con el porte de quien se sabe seguro en este mundo a sus veintipocos. Era un hombre, cuya mamá le llevaba cada mañana un cola-cao caliente a la cama con tres magdalenas, en una bandeja rosa con asas blancas. Todo un caballero, que cada mañana encontraba sobre la silla de su cuarto polos y camisas impolutos, tan recién planchados que aún desprendían calor. Un macho ibérico, que nunca hizo una cama, ni puso una lavadora, ni se cocinó un huevo frito. Tan masculino, tan atractivo, que las mujeres volvían la cabeza al pasar junto a él. Desprendía un aroma embriagador, de ese frasco caro que le regalaron en su cumpleaños envuelto en papel de regalo rojo. Todo un hombretón, cuya única ocupación era ir al gimnasio, porque un personaje tan excepcional debe permitir a los demás que se imbuyan de su genialidad, y por eso es condición sine qua non que haya de exhibirse a diario.



Tooooodo un hombre: uno por el que suspirar.



Demos a gracias a Dios por la invención de la ironía, y por la evolución social (creo).

martes, 2 de diciembre de 2008

Intentando un futuro

Era la oportunidad de su vida. Una entrevista que marcaría su futuro inmediato durante dos años. Trabajo asegurado recién licenciada, segundo año en un destino en el extranjero. Y era hoy.


Se levantó muy temprano y se vistió pensando en cómo le gustaría más a los entrevistadores, esas personas sin nombre, ni rostro, ni voz, pero sí con voto, pues iban a decidir su destino. Se maquilló más de lo que solía a diario y se peinó bien, estirando las ondas rebeldes. Hoy era el día. Calzaría un tacón discreto. La mente ya la llevaba preparada.


Salió del metro y se encaminó al elegante edificio del Paseo de la Castellana por la acera, tan ensimismada que no vio a su compañera, que venía a lo mismo y también más emperifollada que nunca. Las dos igual. Camino de la construcción de mármol negro.


En la sala de espera todo eran nervios. Y preguntas. Y El País sobre la mesa.


Y en la sala de la entrevista todo eran formalidades. Y más preguntas. Muchas. Alguna jodidas. A pillar. Y actualidad, y asuntos de derecho, y ante todo, mucho Periodismo. Y la repasaron de arriba abajo, y la sonrieron y la examinaron como se coge a un bicho raro con unas pinzas y se pone debajo de un microscopio mientras se toman notas en una libreta. Y ella aguantaba el tipo, sentadita con las piernas cruzadas, con una sonrisa agradable y simulando que no se moría por dentro, mientras intentaba convencer a aquellos desconocidos de que era, sin lugar a dudas, digna merecedora de una de esas escasas 30 plazas por las que la gente se pegaba.


Y de nuevo en la sala de espera, tensión. La azafata que se chiva: "He oído que han dicho que les gustas".


Cuando salieron a la calle, las dos amigas se abrazaron. Sea lo que sea lo que depare el 15 de diciembre, pasaron cada fase del tedioso proceso juntas. Y lo intentaron juntas, y cada una ayudó a la otra. Y ojalá juntas entren allí.