Porque a veces no sobran las palabras, ni las bonitas... ni las feas.
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lunes, 13 de octubre de 2008

Italia

Italia hoy me ha vuelto a gustar tanto como aquella vez primera que puse mis pies en aquel país de calles sucias y edificios viejos. Recuerdo perfectamente el olor de Milán en aquella tarde de tormenta en que la ciudad me guardó. Su catedral me miró indolente e impenetrable, pues nunca pude llegar a acceder al templo por llevar los hombros al descubierto. Exigencias de un país profundamente católico.

Y recuerdo Roma, y sus ruinas, y sus vespas, y sus helados frescos y cremosos. Y vuelvo a sentarme en el bordillo de la Fontana di Trevi a lanzar tres monedas a las aguas que se hallan a mi espalda. Un pakistaní de nuevo vuelve a ofrecerme una rosa, y yo se la rechazo porque mi dinero ya está en el fondo de la fuente.

Venecia. Un reguero de canales, de callejuelas, de turistas y de gondolieri que buscan clientela para sus caros servicios. La plaza de San Marcos, "el salón de baile más hermoso de Europa", decía Napoleón. Un café macchiato. Las palomas.

Y Bologna... Bologna è una vecchia signora dai fianchi un po' molli, cantan allí. Otra vez me siento a dejar pasar el verano bajo sus interminables soportales, y volvemos todas aquellas chicas extranjeras a mirarla desde lo alto, desde la torre degli Asinelli, y a redescubrirla.

Hoy Italia me ha vuelto a impactar. Mis razones tengo.

1 comentarios:

Jorge dijo...

Hola Marta,
He caido en tu blog por casualidad, y al leer lo que escribe de Italia me ha hecho recordar los miles de paseos que me hacía por las ciudades de este gran país. Los balcones de Venecia, el olor a pan de algunas calles de Roma, ese enorme coloso que reposa en Milán...

A veces se aprecian mejor las cosas cuando vamos de turistas.

Un saludo.

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