Porque a veces no sobran las palabras, ni las bonitas... ni las feas.
RSS

domingo, 25 de mayo de 2008

Quiero

–“Quiero hacerte el amor. Ahora. Con la habitación en penumbras y tu olor que también me penetra” –dijo ella. Intentaba transmitir seguridad, pero sus rodillas le fallaban.

Él la miró con los ojos brillantes, iluminados por esos suaves rayos del sol del atardecer que se filtraban por la ventana y que extraían una verdosa luz de su mirada. Su cuerpo estaba en tensión, preparado. Palpitante. Sus carnosos labios se entreabrían en el comienzo de una sonrisa, mientras la observaba entre excitado y curioso.

Una mano enorme, masculina, de palma callosa, se deslizó hacia los pechos de ella, abriéndose camino por debajo de la camiseta, subiendo, siguiendo con la punta de los dedos la suave línea del ombligo. Sopesó primero un pecho y luego tomó el otro. Los acarició con dulce torpeza.

Ella gimoteó y entreabrió las piernas. Por fin volvía a ser amada. Ya estaba hecho.

¿Quiénes eran ellos? ¿Qué más daba el resto?

0 comentarios:

Publicar un comentario