Porque a veces no sobran las palabras, ni las bonitas... ni las feas.
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lunes, 26 de mayo de 2008

Supongamos

Supongamos que hablo de ti, o de mí. Imaginemos que podría estar refiriéndome a la chica que te sirve la fruta en el supermercado del barrio, o a aquel mozo que corría a coger su moto en la calle, porque tenía prisa en llegar a alguna parte. O tal vez no hable de nadie.

Supongamos que aquella mañana te levantaste y decidiste que a pesar de la lluvia y del intenso frío, era un día perfecto para salir a la calle. Buscaste tus botas y te calzaste, eligiendo primero la derecha, contemplando el barro seco adherido a la suela. Cuando estuviste arreglado, con la cara lavada y fresca, saliste por la puerta y te azotó el viento gélido que recorría la ciudad. Sonaba la tormenta allá a lo lejos en la sierra de Madrid. Era un día de perros, de nubarrones de tripa negra. Te encantaba.

Echaste a andar, sin paraguas, sin capucha, con la lluvia arreciando y el agua resbalando por tu cuerpo. Caminaste con paso firme, y tus piernas sabían adonde se dirigían antes que tú.Llegaste a aquel portal de reja antigua y te detuviste ante él. La puerta estaba cerrada y a través del enrejado adivinabas la oscuridad del interior. Extendiste un aterido dedo índice y llamaste al timbre, no de un modo consciente, pero sí deseado. Cuando respondieron, dijiste simplemente: “Soy yo”. Y la puerta te cedió paso.

Dentro se estaba bien: hacía frío, pero no llovía, ni soplaba el viento. Al fondo, una rendija de luz clara. Te dirigiste hacia allí. Temblabas. Según te aproximabas, la rendija se ensanchó e iluminó el oscuro portal, y dibujó la silueta de una cabeza y de un torso: el del cuerpo soñado.

Sobraron las palabras, pues ambos os limitastéis a miraros fijamente. Os brillaban los ojos y en la profundidad de vuestras pupilas os vistéis a vosotros mismos abrazados cuerpo con cuerpo, muy estrechamente, en un pasado tan cercano que dolía. Un sonoro y profundo beso resonó en las escaleras. La puerta se cerró, y el portal volvió a sumirse en la oscuridad.

Fuera ya no llovía.

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