Porque a veces no sobran las palabras, ni las bonitas... ni las feas.
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martes, 2 de diciembre de 2008

Intentando un futuro

Era la oportunidad de su vida. Una entrevista que marcaría su futuro inmediato durante dos años. Trabajo asegurado recién licenciada, segundo año en un destino en el extranjero. Y era hoy.


Se levantó muy temprano y se vistió pensando en cómo le gustaría más a los entrevistadores, esas personas sin nombre, ni rostro, ni voz, pero sí con voto, pues iban a decidir su destino. Se maquilló más de lo que solía a diario y se peinó bien, estirando las ondas rebeldes. Hoy era el día. Calzaría un tacón discreto. La mente ya la llevaba preparada.


Salió del metro y se encaminó al elegante edificio del Paseo de la Castellana por la acera, tan ensimismada que no vio a su compañera, que venía a lo mismo y también más emperifollada que nunca. Las dos igual. Camino de la construcción de mármol negro.


En la sala de espera todo eran nervios. Y preguntas. Y El País sobre la mesa.


Y en la sala de la entrevista todo eran formalidades. Y más preguntas. Muchas. Alguna jodidas. A pillar. Y actualidad, y asuntos de derecho, y ante todo, mucho Periodismo. Y la repasaron de arriba abajo, y la sonrieron y la examinaron como se coge a un bicho raro con unas pinzas y se pone debajo de un microscopio mientras se toman notas en una libreta. Y ella aguantaba el tipo, sentadita con las piernas cruzadas, con una sonrisa agradable y simulando que no se moría por dentro, mientras intentaba convencer a aquellos desconocidos de que era, sin lugar a dudas, digna merecedora de una de esas escasas 30 plazas por las que la gente se pegaba.


Y de nuevo en la sala de espera, tensión. La azafata que se chiva: "He oído que han dicho que les gustas".


Cuando salieron a la calle, las dos amigas se abrazaron. Sea lo que sea lo que depare el 15 de diciembre, pasaron cada fase del tedioso proceso juntas. Y lo intentaron juntas, y cada una ayudó a la otra. Y ojalá juntas entren allí.

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